Hoy es el II Domingo de Pascua o de la Misericordia un buen día para dirigir la atención de la comunidad hacia la realidad del domingo, como día en el que de modo privilegiado "se aparece" el Señor Resucitado a los suyos: el "primer día" de la semana, y luego "a los ocho días", o sea, de nuevo el primer día, pero de la semana siguiente. ¿De qué tienen miedo los discípulos? De que les pase lo mismo que le pasó a Jesús. Por eso se encierran, no quieren hablar con nadie, se sienten muy pequeños, solos, abandonados por la ausencia del Maestro… No acaban de entender lo que a ocurrido con Jesús. Y Jesús se presenta en medio de ellos y les da la paz. ¿Te imaginas como fue ese encuentro? Los discípulos lo miraron impresionados, no lo acaban de creer, no lo acaban de reconocer, … Y Jesús les muestra las heridas… Jesús a sufrido, lleva las marcas del dolor y de la muerte, pero la muerte no acabado con él. ¡En cuanto le reconocen se llenan de alegría! También tu seguramente tienes miedo, a algo, a alguien… Quizás hay momentos de tristeza en que te encontrarías para no ver a nadie… Jesús quiere venirte a verte hoy, desearte la paz. Busca la comunidad, busca al grupito de amigos Jesús con los amigos parroquianos, la familia, el trabajo…Los cristianos buscamos a Jesús en comunidad, con los hermanos… Jesús invita a los apóstoles a perdonar. También, te invita a ti a ser signo de perdón de Dios. Él nos perdona siempre, siempre… a ti y a mí también nos invita a perdonar siempre, a perdonar del todo a aquellas personas que nos han hecho daño en algún momento, y también a pedir perdón y a vivir el perdón. ¿Por qué Jesús nos perdona siempre? Porque quiere mucho… Cuando nosotros perdonamos es cuando queremos mucho… Pero es cierto que perdonar es muy difícil, sobre todo cuando nos han hecho daño… Por eso Jesús nos da el Espíritu: el Espíritu de Jesús nos ayudará a perdonar de corazón a nuestros hermanos. No estamos solos. ¿A qué te encantaría tocar a Jesús como el apóstol Tomás? ¿Y si te digo que los puedes hacer? ¿Cómo? Acércate a la Palabra de Dios, tócala, acaríciala, escúchala y has lo que Jesús nos dice. Comulgar es la manera más preciosa de acariciar a Jesús, de tocar su cuerpo sacramental… Pero fíjate en que Jesús se deja tocar sus heridas. Así también cada vez que te acercas a un hermano herido por la tristeza, lo acaricias, o lo abrazas, cada vez que consuelas a un hermano que siente dolor de cualquier clase de herida, es como si tocarás las heridas del propio Cristo. Te invito en este día, ahora, en un momento de silencio, y a lo largo de la semana en tus momentitos de oración, a repetir lo que dice Tomás: Señor mío y Dios mío… Repítelo en tu interior díselo a Jesús. Él es nuestro Dios y Señor, tu Señor y tu Dios. Si te gusto ccomparte el Evangelio con tus amigos. Escribe tus intenciones para encomendar en misa. Pbro. Soriano LINARES DÍAZ.
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