ABAD FACIOLINCE E HIDROITUANGO: EL TUBO TUVO LA CULPA En el análisis de desastres se utiliza una herramienta estructurada para identificar las causas del evento conocida como el método de causa raíz, cuyo objetivo final es reducir pérdidas materiales o humanas en el futuro. Después del derrame de petróleo en el Golfo de México se generó en MIT la teoría de la “seducción de la causa raíz”, según la cual las investigaciones de los accidentes se concentran en la causa directa evidente, por lo general superficial y fácilmente demostrable, y de manera deliberada se alejan de los problemas estructurales que dieron origen a la falla. Sobre el origen del problema en que se encuentra el proyecto hidroeléctrico de Ituango y su socio-constructor Empresas Públicas de Medellín EPM trata el artículo publicado en El Espectador (27-09-2020) por el escritor y columnista Héctor Abad Faciolince, quien da cuenta de los resultados de dos estudios realizados de manera independiente y que coinciden en la identificación de la causa raíz del problema; seducidos por ella, los medios y los colombianos parecemos abocados a aceptar la inútil conclusión que propone que “el tubo tuvo la culpa”, pues la falla se produjo por la alta vulnerabilidad de un túnel construido – sin licencia ambiental- para tapar los errores de EPM y de su equipo diseñador y constructor del proyecto. El relato -más político que técnico- intenta con falsa seguridad y en lenguaje coloquial -para dummies-, definir y explicar los errores técnicos cometidos en el desarrollo de la obra, pero omite de manera expresa los aspectos jurídicos y administrativos que precedieron a las fallas técnicas; de estos asuntos legales se enteró el país gracias a la valiente columna de Luis Fernando Múnera López en El Mundo de Medellín (20-08-2012), en la cual informa de las diferencias entre EPM y la sociedad propietaria del proyecto, y reclama que EPM “debería ser la primera interesada en cuidarla (la obra) para mostrar transparencia ante la comunidad” y que es necesario “… evitar a toda costa que, por acción, error u omisión, parte de lo que debería ir a las utilidades se quede en los gastos”. Lamentable pero informada premonición. En lo que si acierta el columnista Abad Faciolince es en la aceptación de los excesos de confianza, imprudencias, fallas y errores que provocaron el más grande riesgo de desastre no natural en la historia del país, y en el reconocimiento de las inmensas pérdidas producidas por decisiones orientadas exclusivamente a ganar dinero evitando las multas por incumplimientos en la venta de energía; esta actitud en personas naturales se llama avaricia, pero en la gestión de los recursos públicos constituye flagrante irresponsabilidad por manejo indebido de los mismos y por ende, daño doloso en el patrimonio público. Abad Faciolince reconoce que la administración de EPM sabía de las decisiones técnico- monetarias tomadas en el proyecto y define muy bien la secuencia de decisiones erradas que inicia con el taponamiento de los túneles de desviación y termina en la inundación de la caverna de máquinas como única alternativa para evitar la catástrofe prevista de manera magistral por el ingeniero Jaime Iván Ordóñez Ordóñez (Wradio 24-05-2018); esta cadena de errores generó el sobrecosto cercano a diez billones de pesos que según Abad Faciolince debe ser asumido por los colombianos, pues la buena fe es excusa suficiente para exonerar de responsabilidad a los funcionarios y contratistas, cuya avara decisión es la verdadera causa raíz del desfalco y del riesgo en que estuvieron y aún se encuentran la presa, el vertedero y el proyecto entero. La ciencia insiste en buscar más allá de la causa física inmediata de los problemas y en eso fallan los dos estudios de causa raíz focalizados en el diseño, el blindaje y la protección del GAD, desviando la mirada del origen administrativo y financiero del monumental desacierto de los tapones de concreto en los túneles de desviación. Lo que queda claro tras la lectura del extenso artículo de Abad Faciolince es que la tan publicitada idoneidad, capacidad, probidad y transparencia de EPM no existió en el proyecto Hidroituango, como tampoco funcionó el “pacto tácito” entre privados y públicos con beneficios mutuos y generales, y que el anunciado caos degeneró en una enorme pérdida que no será cubierta en su totalidad por las aseguradoras. Si no cambiamos nuestra cultura empresarial seguiremos aceptando que el “tubo tuvo la culpa” mientras los (i)responsables de la enorme pérdida económica siguen evadiendo la respuesta obligada que pedimos los colombianos. RAFAEL ORTIZ PEREZ CC 13.833.773 Ingeniero Civil Cel 3153368191 [email protected] Suscriptor
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