M A U R I C I O R O A E L L A G O N O E S S O L O A G U A El miedo se apodera de cada fibra de mi ser, y mi cuerpo tiembla con una violencia que solo el pánico puede provocar. estoy cubierto de sangre, un líquido caliente que parece susurrar inquietantes verdades. Si estás leyeno esto, soy Charlie Hurtado, tengo 20 años, y esto es la prueba irrefutable de mi existencia. Es extraño cómo te levantas de la cama un día, y todo parece ser igual de siempre: el mismo clima, las mismas personas, el mismo lugar. Pero hace tres días, todo cambió. Era un lunes típico de vacaciones de verano. Mi madre tocó la puerta de mi habitación para despertarme y desayunar, con ese tono alto y sarcástico que siempre usaba. 'A desayunar', dijo. Me levanté, siguiendo la rutina habitual. Fui medio dormido al baño, me cepillé los dientes, me cambié, y luego fui a despertar a mi hermano en su habitación. Pero algo estaba fuera de lugar. Toqué varias veces su puerta, pero no hubo respuesta. No entré, respetando nuestra regla de no entrar sin permiso. Si no hay respuesta, generalmente significa que no quiere hablar. Normalmente, no le daría mucha importancia, pero esa mañana fue diferente. Bajé al comedor, esperando encontrar a mi familia reunida para el desayuno. Sin embargo, solo había tres platos en la mesa, cuando siempre eran cuatro. Mis padres eran estrictos en ese sentido: todos juntos a la hora de las comidas, sin teléfonos, porque era un momento en familia, o eso decían. Mi sorpresa se reflejó en una simple mueca y un susurro, 'Qué raro'. Empecé a comer, pensando que en algún momento mamá o papá le gritarían a Dani para que bajara. Pero durante todo el desayuno, ninguno de los dos dijo nada. Al final, no pude contener mi sorpresa y pregunté, —¿No les molesta que Dani no baje a comer?— con una mirada inquisitiva en mis ojos. Mi padre me dio una mirada confundida. —¿Quién es Dani?—, respondió fríamente. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, y la posibilidad de que fuera una broma se desvaneció rápidamente. Mi padre detestaba las bromas y siempre nos castigaba diciendo la frase de siempre: “Esas cosas no dan gracia y solo los imbéciles lo hacen". Pero mi mente aún no lograba comprenderlo. Quizás papá estaba enfadado con mi hermano y decía esas cosas, pero algo no encajaba. Mi padre se levantó para irse a trabajar, y al cerrar la puerta, dirigí una mirada preocupada a mi madre. —Mamá... ¿Le pasa algo a papá?—, pregunté, desconcertado. —No, ¿por qué preguntas?—, respondió calmada. —Él está raro. Dijo eso como si no conociera a Dani—, expresé claramente, esperando respuestas a todo lo que estaba ocurriendo. —Hijo, ¿estás bien? Pareces el raro. ¿Quién es Dani? ¿Un nuevo amigo tuyo?—, preguntó con una mirada que reflejaba confusión mientras se levantaba de la mesa. Mis pensamientos se entrelazaban en un caos, y la sensación de desconcierto se profundizaba con cada respuesta evasiva. Mi mente daba vueltas, incapaz de comprender la extraña atmósfera que se apoderaba de la casa. Un tenso silencio colgaba en el aire, y aunque no entendía la razón, mi cuerpo reaccionaba con un palpitar acelerado. Me levanté de la mesa rápidamente y subí las escaleras corriendo, con la urgencia de descubrir qué estaba sucediendo. Al abrir la puerta de la habitación de mi hermano, quedé atónito al encontrar solo un escritorio con papeles y documentos. Parecía que mi padre la utilizaba como su despacho. Mi mente se llenó de imágenes de cómo debería ser: la computadora de Dani, sus cuadernos llenos de ideas, su cama, sus posters adornando las paredes y, lo más preciado para él, su cámara. Dani soñaba con ser cineasta; la cámara que mis padres le regalaron fue su mayor tesoro, y nunca permitía que nadie más la usara. Estaba ahorrando para ir a España y estudiar cine, y todos esos recuerdos de él hablando apasionadamente de sus proyectos se agolparon en mi mente. Bajé de nuevo a la sala y me di cuenta de que no había ninguna, ¡NINGUNA!, foto de él en las repisas ni en las paredes. Las fotos eran las mismas, pero parecía que lo hubieran borrado de todas ellas, como si nunca hubiera existido. Solo una idea resonaba en mi mente: verificar si alguien más recordaba a Dani. Salí corriendo de casa y llegué hasta el final de la calle. Ahí estaba ella, sentada afuera. —Oye, ¿sabes algo de Daniel o dónde está?— dije, forzando mis palabras mientras intentaba recuperar el aliento después de mi carrera frenética. —¿Qué te pasa? ¿Corriste hasta aquí solo para preguntarme sobre mi tío?— respondió Jackelin, intentando no reírse de mí por la condición en la que llegué. —No hablo de tu tío, de mi hermano. Él es tu novio, ¿lo olvidas?— dije con la esperanza de que me dijera que sí. —Ah, sí. Viajó a la granja que tiene mi padre en la carretera—, respiré con alivio hasta que continuó, — Tarado, claro que no sé dónde está. Además, ni siquiera tienes hermanos. Mi novio se llama Rubén y llevamos dos años juntos— dijo ella como si de un trabalenguas se tratara y mirándome un poco enfadada. —¿Enserio no sabes quién es?— Seguí insistiendo, negándome a aceptar lo que estaba diciendo. —JA JA JA, muy gracioso. No estoy de humor para bromas— dijo mientras una voz dentro de su casa le gritaba que entrara; se trataba de la señora Celia, madre de Jackelin. Ella solo se levantó, dándome una mirada que transmitía un poco de enojo. Recordaba a mi hermano con Jackelin; ambos eran empalagosos cuando estaban juntos, pero eran una buena pareja. Ambos confiaban en su relación, y no habría manera de que ella negara de esa forma que no lo conociera. Llegó la noche y el insomnio se apoderó de mí. No podía comprender la inexplicable normalidad con la que mis padres enfrentaban la situación, como si todo estuviera en su lugar. Me aferré a la posibilidad de que todo era un sueño, una pesadilla que pronto se desvanecería. Intenté sumergirme en el sueño, pero mis pensamientos se resistían, formando un torbellino en mi mente. No sé cuántas horas pasaron hasta que finalmente caí en un sueño inquieto, despertado por la llamada de mamá para el desayuno. La rutina matutina transcurrió como de costumbre, pero ahora con la claridad de que mi hermano había desaparecido y nadie parecía recordarlo. Simplemente se esfumó. ¿Por qué? ¿Cómo? Durante el resto del día, me sumergí en el abismo de internet, explorando todo lo relacionado con lo paranormal: artículos, videos, foros, cualquier cosa que pudiera arrojar luz sobre mi desconcertante realidad. Sin embargo, las respuestas seguían siendo esquivas, como sombras que se deslizaban entre mis dedos. Sentado en mi habitación, reflexioné sobre los recuerdos que compartía con mi hermano y encontrar una pista que me ayude a deducir que habia ocurrido. Entonces, un pensamiento se abrió paso en mi mente: —Yo... no puedo recordar. ¿Qué me está sucediendo?— Murmuré mientras una punzada de dolor recorría mi cabeza. Era como si una corriente eléctrica recorriera cada rincón de mi cerebro, como si agujas invisibles perforaran mi memoria. Los recuerdos con mi hermano solo llegaron hasta cuando cumplí quince años, era como si alguien hubiera borrado cada rastro de su existencia en mi mente a partir de ahí, aunque lo intenté no pude recordar más del pasado, parecía que lo que le estaba pasando a los demás, también me estaba pasando a mí pero más lento. A pesar del desconcierto que se apoderaba de mí, traté de concentrarme, luchando por rescatar algún recuerdo antes de que se desvaneciera por completo. Mi hermano tenía planes de viaje antes de que todo sucediera; iba a Beni de vacaciones y pasaría una semana con nuestros tíos. Sin embargo, momentos antes de partir, casi olvidó su teléfono en casa mientras se encontraba en el aeropuerto. Tuve que regresar rápidamente, recogerlo y entregárselo justo antes de que llamaran al preembarque. Mientras recogía su teléfono, algo curioso ocurrió: una notificación de WhatsApp. El mensaje provenía de Nataly, la mejor amiga de mi hermano. Dado que su teléfono estaba bloqueado, solo pude ver el último mensaje, una serie de números. En ese momento, no le presté mucha importancia, pero ahora, cualquier detalle podría ser crucial. Traté de enfocarme y recordar esos números. Con los ojos cerrados, perseveré hasta que los tuve: "-11.0392769 -66.0681242". —¿Qué son estos números?— murmuré, confundido. Intenté recordar más, pero nada más interesante se reveló en mi memoria, al menos hasta descubrir qué significaban esos números. Sabía que si había algo que desconocía, Google podría tener la respuesta. Encendí la computadora, ingresé los números exactamente como los vi en el buscador, y lo único que obtuve como respuesta fue una calculadora mostrando un problema matemático. Era obvio que no podía ser eso. No encontré más información en el apartado de imágenes ni videos, nada más que esos números. Todo lo relacionado con mi hermano parecía haber desaparecido. La frustración comenzaba a apoderarse de mí. No sabía qué más hacer, y esa sensación de impotencia me afectaba profundamente. Sin embargo, me armé de valor. Inspiré profundamente y exhalé, como si estuviera tratando de calmar mi intranquilidad, similar a una embarazada buscando serenidad en medio de la turbulencia. Después de recuperar la calma, dirigí mi mirada nuevamente al monitor. Fue entonces cuando noté un apartado intrigante en las opciones de búsqueda. —Quizás si...— murmuré con la idea brillando en mi cabeza. Presioné la opción "Maps". La ubicación revelada estaba en Beni, específicamente en Riberalta. "¿El lago Espejillo?" dije con asombro. Algo comenzó a encajar. Recordé la charla que tuvimos el año pasado al visitar a mis tíos. Durante la cena, surgió una conversación sobre varias leyendas locales, como el guajojó, el silvaco, el carretón de la otra vida, pero la que más llamó la atención de mi hermano fue la del lago Espejillo. Según mi tío, cosas extrañas ocurrían allí; las sirenas hipnotizaban a quienes se aventuraban en sus aguas, cambiaban de color y otras maravillas. En ese momento, no creímos en esas historias, eran solo eso: historias. Sin embargo, a mi hermano le encantó y tenia la idea de que seria genial documentar el lago y sus alrededores para demostrar sus habilidades cinematográficas en España. No esperaba que realmente lo llevara a cabo. Pero, ¿por qué Nataly le enviaría esas coordenadas exactamente? Esa incógnita se sumaba a mis dudas. Sin perder tiempo, por la tarde, en la mesa del comedor, me dirigí seriamente a mis padres. —Apenas han comenzado mis vacaciones de medio año, eso lo sé, papá. Pero me gustaría viajar solo, como mi herm...— me detuve antes de mencionarlo, titubeando un momento. —Tengo veinti dos años y puedo ir solo a visitar a mis tíos—, terminé diciendo, temeroso de que rechazaran mi petición. Mi padre me miró seriamente, se acomodó en la silla; eso quería decir que lo estaba considerando. —Por mí está bien, pero tu madre tiene la última palabra—, respondió mientras volteaba a mirar a mamá. —No me gusta la idea, pero debo aceptar que me sorprendió. Casi nunca sales y, de repente, de la noche a la mañana, ¿quieres aventurarte en un viaje?—, dijo mi madre mientras me observaba extrañada. —Bueno, ya es un hombre. Si quiere ir, que vaya, pero ojalá no me entere que estás yendo por otras cosas, porque te voy a dar palo, ¿me oíste?—, agregó mi papá con voz imponente. —Sí, papá, gracias—, respondí con una sonrisa, sin temor. A pesar de ser una persona imponente y a veces intimidante, mi padre nunca recurría a castigos físicos. Aunque me había preguntado muchas veces si sus golpes dolerían, nunca quise averiguarlo. Afortunadamente, encontré la agencia abierta y compré mi pasaje de avión, preparé todo lo necesario y contacté a algunos amigos locales para ver si podían ayudarme a cruzar el lago. La mayoría respondía que no se aventurarían a navegar esas aguas, pero recibí un mensaje de un amigo: "Un señor amigo de mi papá tiene un peque peque y dice que te lleva, pero te va a costar 400 bolivianos ida y vuelta". Acepté sin dudarlo. Todo transcurrió bien, y mi objetivo estaba claro: averiguar qué le había sucedido a mi hermano. Llegué a Riberalta, donde mis tíos me recibieron con gusto. Mi madre los había llamado, y habían organizado todo para mi llegada. Aunque me sentí mal, les mentí diciéndoles que unos amigos me llamaron para reunirme con ellos apenas llegara. Al entrar en la habitación, abrí mi mochila y empecé a preparar lo necesario para la travesía: galletas, comida y una navaja para cualquier eventualidad. Me despedí y les dije a mis tíos que volvería temprano. Tomé un taxi y le pedí que me dejara cerca del puente de la pista del aeropuerto. Aunque no recordaba el nombre de la calle, la casa del señor estaba allí. Después de presentarnos, confirmó que todo estaba listo. Subí a su moto, y emprendimos el viaje. —¿A qué vas al lago?—, preguntó amablemente. —Es para un trabajo de la universidad, ya sabe, Ingeniería Forestal—, respondí de manera directa. —¿Ahora hacen eso los estudiantes? Qué raro. Bueno, al menos no estarás solo. —¿De qué habla? —respondí confuso. —Cuando estaba acomodando las cosas en el lago, un señor que estaba por esos lados dijo que alguien había cruzado unos minutos antes de que yo llegara — dijo seguro. Esa revelación me dejó pensativo, y sin darme cuenta, ya estábamos ahí. Por estar distraído, no supe en qué lugar o calle recorrimos para llegar, pero decidí no darle importancia. —Primero el pago —dijo con firmeza. —La mitad ahora y la otra cuando regrese —dije recto y autoritario. —Eso no es lo que acordé con el hijo de mi ami... —interrumpí al señor— El trato es conmigo, no con él —dije imponiendo respeto, aunque por dentro sentía miedo de que atacara o algo así. —Ya... pero págame los doscientos ahora —dijo con una mueca de disgusto. Nos subimos al peque peque, y al momento de arrancar, se cruzaron por mi mente las historias que contaba mi tío. No podía negar que me asustaba y que era estúpido cruzar el lago y estar en los alrededores solo a la una y treinta de la tarde. Sin embargo, esos pensamientos fueron interrumpidos por el señor. —Estaré esperándote a las 5 ahí mismo donde te dejaré. No te voy a esperar si no vuelves. Pasan cosas raras después —dijo con voz seria y sin voltear a verme. Esto dejó aún más dudas, pero solo respondí con un frío "A las 5 entonces". Llegamos a la orilla del otro extremo del lago, no se veía tan mal para temer; era un lago hermoso, pero caminar sería complicado. Había algunas partes lodosas, y en ese momento, agradecí por haberme puesto las botas que mi padre me regaló, fruto de las series de acción que veía con botas tácticas. Mis gustos son extraños, pero al menos esta vez fueron útiles. Estuve recorriendo y solo encontré ramas y más ramas. Hasta este momento, no me había percatado de lo que estaba haciendo: estaba solo en un lugar que no conocía, con unas cosas en la mochila, pero ¿y ahora? Saqué mi celular; eran las tres con cincuenta y siete. Coloqué las coordenadas para ver la ubicación a la que tenía que ir; al parecer, me faltaba en términos de horas, unos cincuenta minutos a pie con todo lo que llevaba, rezando por no encontrarme con una serpiente. Mi camino no fue gratificante; muchos bichos molestaban a mi alrededor, pero al fin llegué. Todo se sentía extraño. Divisé a lo lejos unas de esas tiendas de acampar. —Se supone que nadie debe quedarse. ¿Qué hace esto aquí? —me pregunté desconcertado. Y como si nada fuera más aterrador, había sangre en el suelo, o al menos lo parecía. Estaba seca pero aún notoria, era abundante, pero solo era ahí. Si algún animal murió en ese lugar, al menos habría un cuerpo, pero solo había sangre, como si la hubieran derramado sin más. Eso se me hacía raro y un poco tétrico. Mientras se me pasaban cosas espeluznantes por la mente, empecé a oír pasos a lo lejos, como susurros sibilantes que se deslizaban entre las sombras del bosque. Pero esto no era una película gringa; esto era la realidad cruda y fría de la noche. Me oculté detrás de unos árboles, las hojas crujían bajo mis pies, y la oscuridad conspiraba para ocultar mi presencia. Pacientemente esperé a que esos pasos se acercaran lo suficiente para poder asomar la cabeza, pero una sensación helada se apoderó de mí. Los pasos se oían cada vez más cerca, pero no tenían el ritmo regular de un animal. Eran cadenciosos, como si alguien caminara con una determinación sobrenatural. No sabía si estaba listo para enfrentar lo que vendría, pero mi curiosidad superó mi instinto de supervivencia. Despacio, me asomé para ver de quién se trataba. La silueta de una mujer se perfilaba entre la penumbra, acercándose sigilosamente a la sangre derramada. —¿Más? —susurró en voz baja, como un lamento que se perdía en la brisa nocturna. Deduje que no era alguien que hubiera cometido la macabra escena que tenía frente a mí. Salí de mi escondite para enfrentar a la desconocida, quien, al escuchar mis pasos, lanzó un grito de susto, como si mis pisadas fueran el eco de sus propios miedos. —¿Quién eres? ¿Por qué estás aquí? —inquirió, sosteniendo una rama como si fuera su única defensa. —Eso iba a preguntar. Mi nombre es Charlie, y si te dijera lo que estoy haciendo aquí, no me creerías —respondí manteniendo las manos en alto como señal de paz. A pesar de mis intentos, la desconfianza seguía pintando su rostro. —Aun así, dímelo. ¿Tú fuiste quien derramó esta sangre? —inquirió con determinación, dispuesta a defenderse si la situación lo requería. —¡No! Vi eso cuando encontré este campamento. Escuché que te acercabas, y los mismos pensamientos que tienes, se me pasaron por la mente —expliqué. Ella bajó la rama y observó la sangre con un gesto preocupado. —Es raro, ¿verdad? Encontré más cerca de una cabaña por el camino que me viste llegar —dijo con un tono cargado de inquietud. Levantó la mirada y continuó—. Soy Nicol, por cierto, pero aún no me has dicho ¿qué haces aquí? —Sonará raro, pero mi hermano desapareció y... —Nadie lo recuerda, solo tú —interrumpió, revelando un hecho perturbador. La oscuridad pareció cerrarse más a nuestro alrededor. Intrigado, dejé que continuara—. Si quieres saber por qué lo sé, es porque mi hermana también desapareció. La revelación me dejó atónito. No era el único que venía por esa razón. Esa conexión inexplicable entre nosotros se intensificaba. Era evidente que algo oscuro se cernía sobre aquel lugar. Con cautela, Nicol me guió hacia donde había encontrado más de esa sangre, y durante el camino no pude evitar preguntar cómo había llegado a percatarse de lo que estaba ocurriendo. Mientras seguíamos el camino hacia la cabaña abandonada, Nicol compartió su historia, añadiendo capas de misterio al ya turbio telón de fondo. Mientras avanzábamos, su voz resonaba con la gravedad de lo desconocido. Me conto que su hermana era independiente, vivía en un departamento, mientras que ella vivía con sus padres, se acordó que tenia que ir a dormir a su departamento para cuidarlo porque su hermana saldría de viaje, pero al ir al edificio, la persona encargada de la seguridad dijo que el nombre de su hermana no estaba, y que ese departamento estaba ocupado por una familia, asumió que el de seguridad era idiota, asi que intento llamar a su hermana, pero su número de contacto no estaba, aun así recordaba el número, pero al llamar el numero estaba fuera de línea, como si no existiera, y al igual que yo, se dio cuenta que sucedía algo raro, y sin extenderlo, dijo que pregunto a todos aquellos que la conocían pero todos negaron saber y afirmaron que era hija única, no sabia que decir, se cómo se siente que, de la noche a la mañana alguien a quien conocías a la perfección, empieza a convertirse poco a poco en un dejavú, mientras tenía esos pensamientos continuó con su historia, recordó que su hermana vendría aquí con su mejor amigo y que visitarían un lago y harían como una película, estaba emocionada, pero por razones que no le dijo, ella llegaría un día antes y lo esperaría, en ese momento fue en que me di cuenta y pregunte su nombre, el nombre de su hermana era Nataly, claro todo encajaba, y hable —¡ES AMIGA DE MI HERMANO! —dije exaltado con una cara de sorpresa, —¿Tu hermano es Daniel? — pregunto sorprendida, —Sí, y parece ser que ambos vinieron aquí por la misma razón—, ella se quedó callada y pensativa por un momento, —¿Crees que vinieron solos? — pregunto, —No lo creo, o al menos no tendría sentido, ¿dos personas de Santa Cruz andando solos en un lugar que no conocen?, conociendo a mi hermano, si querían hacer algo como lo que planearon, no lo habría hecho solo— recalque, —Bueno... de todas formas nosotros ya lo estamos haciendo— dijo seria, mientras pensábamos en eso, llegamos al lugar donde estaba la cabaña, era de madera con un techo echo de hojas grandes, con mucha hierba al rededor dando ambiente de que estuvo abandonada por mucho tiempo, y en efecto se encontraba más sangre seca, era un poco aterrador. La sangre manchaba la puerta y las paredes de la entrada pero nuestros esfuerzos por encontrar una abertura para entrar fueron en vano. Desesperados por hallar alguna pista, rodeamos el lugar hasta que... —¡Hey, mira eso! —exclamó Nicol. Detrás de la cabaña, encontramos más sangre, formando un rastro, como si un cuerpo hubiera sido arrastrado. Al fin, teníamos algo en qué enfocarnos, y decidimos seguir ese perturbador rastro. Nos adentramos en la hierba, sin tener idea de cuánto tiempo tomó llegar al final del rastro. Estábamos cerca de un lago, pero algo no cuadraba. No era el mismo lago al que llegué inicialmente; sus aguas eran más oscuras y los árboles circundantes parecían distintos, como si fueran pinos, algo que no recordaba haber visto antes. —Esto no tiene sentido —comentó ella, compartiendo mi confusión. —Lo sé. Estoy seguro de que este lago no estaba en Google Maps, ¿o sí? —intenté verificar con mi celular, pero la falta de señal nos dejó desconcertados, — ¡Carajo! — exclame con susto, — ¿Qué pasa?, —Son las cinco y treinta, tenia que volver antes de las cinco, en qué momento paso tanto el tiempo— me quede mirando al suelo pensando que hacer, o si debía volver, si tan solo hubiera vuelto, mientras levantaba la mirada en ese momento, noté algo familiar: una correa sobresalía de una piedra cercana. Corrí hacia la piedra, con Nicol siguiéndome. Cuando examiné el objeto, mi corazón dio un vuelco. Era la cámara de mi hermano, ahora cubierta de suciedad y con el lente manchado de sangre. Recuerdos de él, siempre aferrado a esa cámara, inundaron mi mente. —Vamos, enciende, por favor —murmuré mientras presionaba el botón de encendido. La pantalla cobró vida, revelando las últimas grabaciones de mi hermano. La primera nos mostró a él, a Nataly y a otras cuatro personas saliendo de una casa, desconocidos para nosotros. Avanzamos rápidamente a través de las grabaciones, conscientes de que el sol se hundía rápidamente en el horizonte, amenazando con sumirnos en la oscuridad. Llegamos a una parte de la grabación donde reconocimos a una persona. El mismo señor que me trajo al otro lado del lago también los trajo a ellos. Aparentemente, uno de los chicos era hijo de ese señor, lo llamaban "Toco". Quizás así consiguieron a alguien que los trajera. El señor les dio las mismas advertencias que a mí. La grabación termina cuando están llegando a la orilla del lago. La segunda grabación comienza con él corriendo con la cámara. Todos están viendo el lago en donde estamos ahora, riendo con nerviosismo y preguntándose cómo es posible que haya otro lago que no aparece en mapas ni en fotos, y que es tan diferente al que cruzaron. Uno de ellos dijo que los árboles parecían pinos, como los que abundan en otros países, pero era demasiado extraño. Una chica a la que aparentemente llamaron Emily preguntó cuánto habían tardado en llegar ahí. Llegaron temprano en la mañana, pero encontró su reloj marcando las 3 de la tarde. Supusierón que fue su percepción, tal vez tardaron, pero no lo sintieron porque estaban todos juntos. Hubo un corte en la grabación, lo cual es normal, ya que se puede pausar una grabación y retomarla en otro punto. En este punto, ya estaban acomodando sus cosas en el minicampamento que hicieron. Esa era la zona que estaba cubierta de sangre. Reían y hablaban de lo emocionante que será explorar los alrededores al día siguiente. "Toco" les recalcó que tenía que volver con su padre antes de las 5 y regresar al día siguiente. Todos le pidieron que se quedara, pues querían que todos estuvieran presentes para comenzar con las grabaciones de la película/documental de mi hermano. Le insistieron tanto que tuvo que decir que volvería y solo iría donde su padre para decirle que se quedaría, mi hermano le dijo a Nataly que lo acompañara a ver los al rededores mientras los demás siguen acomodando sus cosas. Luego de otro corte, se vio a mi hermano hablando con Nataly acerca de su relación con Jackelin, preocupado porque pronto se iría a España y se separarían. No quiere continuar con una relación a distancia. Nataly le aconsejó que lo mejor era hablar con ella y disfrutar el tiempo que aún tenían juntos. Algo cortó la conversación. Miraron el campamento vacío y lleno de sangre, asustados, comenzaron a gritar para ver si alguno de los chicos estaba ahí. Nataly sugirió que tal vez se trataba de una broma. Así que dijo que regresaría al lago para ver si el señor que los recogió seguía allí y que él esperara ahí. Hubo otro corte, y siguiendo la grabación, estaba preocupado. Parecia que buscó a todos en los alrededores pero no los encontró, dijo que ya habían pasado más de veinte minutos, y Nataly aún no regresaba. Mientras decía esto y volteaba, Nataly estaba a sus espaldas, un tanto extraña, con una mirada perdida. Él le preguntó si ocurría algo, y ella solo contestaba con una voz neutra que sí. Dada la situación, mi hermano no le dio importancia. Parecía que eran los últimos minutos antes de que el sol se ocultara, y al parecer, iba a empezar a llover. Hubo otro corte y continuó cuando la tormenta estaba comenzando, y ellos llegando a la cabaña. Él intentó abrirla, dijo que solo tenía que golpear con algo la puerta ya que la madera estaba un poco podrida, pero necesitaba algo sólido como una piedra. En el momento en que se disponía a voltear para ir en busca de eso, Nataly lo sujetó del cabello y lo jalo hacia atrás, exponiendo su cuello. Con una madera rota y puntiaguda, lo atravesó. La cámara cayó junto al cuerpo de mi hermano, enfocándolo mientras se ahogaba con su propia sangre. Los pies de Nataly entraban en cuadro, pero empezó a desvanecerse, hasta ser invisible como si fuera un camuflaje, mientras parecía que quería arrastrar el cuerpo de Daniel, y ahí termina la grabación. La cámara se apagó por falta de batería, y yo estaba atónito, asustado por lo que acabo de ver, y Nicol a mi lado llorando y gritando como si sintiera un gran dolor, pues entendí que todos murieron, pero ¿Cómo? ¿Y qué era esa cosa? Aparentemente, la sangre de mi hermano había salpicado en la puerta de la cabaña, y la que seguimos también era de él, pero no hay cuerpos. El sol ya casi se ocultaba. —Hay que irnos de aquí —dije mientras veía a todas partes—. Lo que fuera esa cosa, también nos está viendo ahora —. Mi mente ya no pensaba. Por inercia, agarré la mano de Nicol e hice que se pusiera de pie y empecé a correr con ella. Comencé a oír sonidos extraños que no eran del bosque, eran pasos cerca. —¡TENEMOS QUE IR A LA CABAÑA! —dije en alto, y un grito de pánico inundó el bosque, mientras algo que no podíamos ver arrastraba de los pies a Nicol. La sujeté de la mano lo más fuerte posible para no perderla. Fue inútil, pues una ráfaga de viento golpeó mi rostro mientras Nicol dejó de gritar, viéndome fijamente mientras empezaba a salir sangre de su boca. Todo se volvió rojo en mi ropa; esa cosa... la había cortado a la mitad. Solo podía ver en shock cómo ella intentaba hablar, y esa cosa poco a poco se veía como una ilusión, tragándose y haciendo desaparecer las piernas de Nicol en el aire. Regresé en sí, y me levanté dejando que la devoraran. Eso me consiguió tiempo para llegar a la cabaña. La golpeé con tanta fuerza con mi cuerpo que creo que me disloqué el hombro, pero mi miedo era más fuerte que el dolor. Rompí la puerta e entré a la cabaña. Una mesa, sillas viejas, polvo y telarañas adornaban el lugar. Agarré todo lo que pude e entré a una habitación de la cabaña. Cerré la puerta de la cabaña y puse todo lo que había detrás, para que nada pueda entrar. Aún sigo aquí con mi celular grabando, hasta que se termine la batería, y lo que se escucha afuera es la voz de mi hermano suplicando que lo deje entrar. Ha estado así un rato. Creo que está jugando conmigo, o quizás no puede entrar a esta cabaña. Ya no lo sé, pero si tú encontraste esto, jamás vengas aquí. porque nadie... vendrá a buscarte. ... GRACIAS POR LEER ESTA HISTORIA Existen cosas raras que no entendemos en el planeta, y es mejor dejarlo así