Estimados amigos: Estos ensayos biográficos nos cuentan la historia de seres que han caminado y brillado en el mundo de la música, quienes surgen de estudios especializados y otros son autodidactas. En Tierra de música y erranzas, Marcelo Valdospinos Rubio e n forma detallada y apasionada, nos lleva de la mano a conocer la trayectoria de hombres virtuosos: Virgilio y Ulpiano Chaves, Gonzalo Benítez, Guillermo Garzón, Alejandro Plazas, Arturo Mena y Germán Martínez. Hechos, éxitos y confidencias. Reciban este poético y documentado libro, y disfruten de su lectura. Msc. Arianna Valdospinos B. Marcelo Valdospinos Rubio Tierra de y erranzas música 2020 Otavalo, junio Marcelo Valdospinos Rubio “El pasillo es la máxima expresión de la música popular y mestiza. Elegante, bohemio, utópico. Con mensaje doliente, pero dolor que es arteria de liberación existencial. Pasillo que coquetea con el recuerdo y el olvido”. Marcelo Valdospinos Rubio Tierra de música y erranzas TIERRA DE MÚSICA Y ERRANZAS © Marcelo Valdospinos Rubio valdospinosrubio@hotmail.com Portada: Gonzalo Meneses Portadilla: Oliverio Corrales Dibujos: Julio Flores Ruiz (Virgilio y Ulpiano Chaves, Ulpiano Benítez). Guillermo Castro Chávez (El Empedrado y San Luis). Diseño: Julio Flores Ruiz Otavalo, junio 2020 Marcelo Valdospinos Rubio 5 TiERRA DE MÚSiCA Y ERrANZAS Contenido LOS CHAVES, –Y su dinastía de música clásica y popular– 7 GONZALO BENÍTEZ GÓMEZ, –Y sus “canciones del alma”– 13 GUILLERMO GARZÓN UBIDIA, –El ruiseñor de la fuente– 21 ALEJANDRO PLAZAS DÁVILA, –Y su música de vecindad y júbilo– 30 ARTURO MENA, –Y su flauta mestiza y nativa– 37 GERMÁN MARTÍNEZ CADENA, –Cimiento y simiente de arpegios– 44 BIBLIOGRAFÍA, 51 CONTRAPORTADA Arianna Valdospinos B. 7 LOS CHAVES –Y su dinastía de música clásica y popular– A ese Otavalo diminuto y tierno de finales del siglo XVIII llegó un prestigioso músico español Santiago N. Chaves que se enamoró de su paisaje lleno de suaves hondonadas y riscos parameros y decidió ser parte vital de él. Su hijo Nicolás Chaves –nacido ya en Otavalo en 1799 y fallecido en 1836– fue organista y maestro de capilla en la Iglesia de San Luis. Padre de tres hijos: Rafael Chaves, director de la banda Batallón Vargas, de Quito. Francisco Chaves, expedito en requinto, violín y arpa, maestro de capilla de El Jordán; y, Nicolás (II) Chaves, artífice del clarinete. TiERRA DE MÚSiCA Y ERrANZAS 8 Rafael Chaves procreó cuatro hijos: Ramón, Antonio, Nicolás y Pastora. Nicolás (II) con tres hijos. Y Francisco Chaves, casado con Dolores Orbe, tuvo dos hijos: Virgilio y Ulpiano. VIRGILIO CHAVES ORBE (Otavalo, 1858): Músico y compositor de gran prestigio. Así lo confirman dos distinguidos intelectuales: “Virgilio Chaves fue un músico humano y completo, grande en su época. Superior al medio en el que se desenvolvió” dice Víctor Alejandro Jaramillo. “Virgilio fue un magnífico y fecun- do compositor popular de inconfundible originalidad”, confiesa Gustavo Alfredo Jácome. Ellos nos narran cómo el maestro Virgilio Chaves al violín –y Ulpiano al piano– venció en una tarde Marcelo Valdospinos Rubio 9 memorable al consagrado Carlos Pollo Ortiz, asistido por Aparicio Córdova. Frente a frente el autodidacto y el académico. Un público numeroso, en La Alameda, fue testigo del triunfo de un músico de provincia al atil- dado capitalino (9 de agosto de 1909, Centenario de la Independencia). Dirigió las bandas de: Ibarra, Otavalo, Cotacachi, Cayambe, Tabacundo. Perteneció a la afamada Sociedad Beethoven (Quito). Su director Pedro Traversari impulsó se le nombre Vicepresidente. Su creación musical es variada, en cantidad y calidad. De cámara. Ligera. Sagrada (letanías y avemarías). Popular: pasillos, valses, mazurkas, polkas y habaneras. Autor del sentido Imbabura de mi vida . En música clásica tuvo sus mayores satisfacciones: Variaciones para violín (1892). Medalla de Oro (Quito). “Estudios para violín (1899). Medalla de Plata (Guayaquil). La Ecuatoriana, Las dos Américas, Sinfonía dramática, Tres oberturas (Premiada en Ibarra), El Centenario (1909), Medalla de Oro (Quito). Víctor A. Jaramillo resalta: “El terrigenismo de los Chaves deter- minó que Otavalo fuera el único escenario donde desenvolvieron su existencia”. Y, lamenta: “Virgilio creador infatigable de todo tipo de música, a su muerte en 1914, se repartieron en pedazos, como la túnica del Maestro, plagiadores y suplantadores”. TiERRA DE MÚSiCA Y ERrANZAS 10 ULPIANO CHAVES ORBE (Otavalo, 1874): Fue pupilo preferido de su hermano Virgilio. Aprendió piano, flauta, guitarra, ocarina y armónica. Autor de Canciones Escolares y Álbum de Composiciones Dirigió la primera Banda de la Sociedad Artística (1918). Su producción es importante: Himno a Tulcán , la marcha Ecuador Amazónico Música del primer Himno a Otavalo, letra del Prof. Aurelio Ayllón Tamayo, Director del Normal Rural Alejandro Chaves (1937). “Otavalo, hidalga y glo- riosa,/tu pasado es de lucha y fervor...” Autor de sanjuanitos, yaravíes, pasillos, pasodobles, valses y música sacra. Marcelo Valdospinos Rubio 11 La anécdota: “Siendo comisario recibió la queja de esposas de socios de la Artística, que sus maridos los viernes llega- ban a la casa tarde y con los bolsillos vacíos. Así que se colocó en la puerta y ordenó que la semana ganada fueran a dejar en sus casas y luego regresaran. Medida muy aplaudida por las esposas. Ellas aseguraban el dinero y a cambio extendían el salvoconducto a que ingresen sin obstáculos en la madrugada”. La otavaleñidad está esposada con el arte desde hace siglos. Vivo ejemplo de este encadenamiento son los Chaves que han sembrado de música nuestros silencios y nuestras distancias. TiERRA DE MÚSiCA Y ERrANZAS 12 Marcelo Valdospinos Rubio 13 GONZALO BENÍTEZ GÓMEZ –Y sus canciones del alma – MÚSICA DE CONFIDENCIA P or vía incásica y europea la música popular llegó al Ecuador. Aquí se aclimató, se hizo de ropaje propio y con el tiempo tomó características espe- ciales. La música popular –llamada nacional– es un canto a la cotidianidad de la vida. A los sucesos más sim- ples. A la espiritualidad sublime. Al drama diario expre- sado en sutiles notas y versos bellamente compuestos. TiERRA DE MÚSiCA Y ERrANZAS 14 La música popular llegó de fuera y tomó identidad andina. Con peculiaridades fue anidándose en nuestros países. Nadie duda que cuando escuchamos un vals o una marinera nos referimos al Perú. Con un huayno a Bolivia. Con bambucos y vallenatos a Colombia. Y con yaravíes, pasillos, sanjuanitos, albazos y pasacalles al Ecuador. “Hay que cantar hasta que el canto eche raíces, tronco, ramas, pájaros, astros” insta Octavio Paz. La música nacional es música mestiza, de rastro y rostro. Es música de piel y abismos. Es música de raza y rezo. Es música de confidencia. De romanti- cismo. De reminiscencia. Y el pasillo máxima expresión de la música popu- lar. Elegante, bohemio, utópico. Con mensaje doliente. Pero dolor que es emancipación espiritual. Es dialécti- ca entre la angustia y la esperanza. Al pasillo hay que entenderlo desde la poesía. Desde la intimidad. El pasillo es sello inconfundible de la identidad cultural y refleja historias de aventuras y desventuras. De presa- gios y eternidades. De fidelidades y adulterios. Que coquetea con el recuerdo. Marcelo Valdospinos Rubio 15 EL SEÑOR DEL YARAVÍ Otavalo es un bello paraje serraniego. Dios le dio una naturaleza hermosa. Clara Luz Zúñiga afirma “Otavalo es una mágica sonrisa arrancada a la mueca de la tarde, los cerros sueñan a crepúsculo, los lagos tienen color a música dorada y su silencio son seis cuerdas sin guitarra, que entonan sin parar la siempre nueva tonada de la vida”. Al concluir el siglo XIX e iniciar el XX en la provin- cia se descubre grandes figuras en la ciencia, el arte, la literatura. Ulpiano Benítez Endara, padre de Gonzalo, uno de ellos. Enamorado del paisaje campestre horadó su inte- rioridad y allí intimó con la melancolía. La atmósfera musical de la familia Benítez fue invitación perma- nente a crear. Destaca su abuela, María Endara Placencia, virtuosa del arpa. Ulpiano es exaltado como el señor del yaraví, compositor de versos dolientes, amorosos, terrígenos, de retorno. Cada nota musical es una lágrima que se riega por el corazón y la memoria. Música teñida de lugar natal. Música de sueños y ensueños. Con olor a tierra y ruralidad. TiERRA DE MÚSiCA Y ERrANZAS 16 De su profundidad amorosa surge el yaraví con sabor a raíz, arcilla y ausencia. Versos angelicales o igníferos que cantan al amor, al dolor, a la lejanía. Así, Puñales: “Mi vida es cual hoja seca que va rodando en el mundo, vis no tiene ningún consuelo, no tiene ningún halago, por eso cuando me quejo, mi alma padece cantando, mi alma se alegra llorando”. Marcelo Valdospinos Rubio Ulpiano Benítez Endara 17 Y un himno a la ciudad, Despedida: “De esta tierra ya me voy a esta tierra he de volver por que llevo la esperanza de volver si vivo estoy”. Este es el escenario familiar donde nació Gonzalo Benítez Gómez. Gonzalo es uno de los catalogados artistas del país. Con una carrera polifónica ejemplar y un magisterio recto y responsable. TiERRA DE MÚSiCA Y ERrANZAS Gonzalo Benítez junto a su padre, esposa e hijos. Duo Benítez-Valencia 18 TIERRA DE SINFONÍAS La afición al canto le llegó temprano, cuando el día amanecía. Ya en la escuela 10 de Agosto demostró sus habilidades en guitarra y flauta. Y formó parte de la primera estudiantina que hizo los honores al Presidente Ayora (1928). Allí tuvo como profesor de música a uno de los privilegiados del piano y de la composición musical, Ulpiano Chaves Orbe. Fue a estudiar en Quito en el prestigioso Juan Montalvo , afirma Luis Andrade Galindo “una especie de Universidad en la educación de los maestros pri- marios de la época”. Tuvo como profesor de música al reconocido Juan Pablo Muñoz. Allí fue miembro de la estudiantina “Caravana”. Con jóvenes artistas, que luego se consagrarían, integró el conjunto Alma Nativa . Y, por fin, junto al Luis Alberto Valencia –y la guitarra del Pollo Ortiz– formó el dueto más prestigioso de la música nacional, que actuó oficialmente desde la inauguración de Radio Quito (1940), hasta febrero de 1949, en que una turba- multa incendió la emisora, por el miedo y la ira que causó la teatralización de la llegada de los marcianos a Iñaquito, dirigida magistralmente por Leonardo Páez. Marcelo Valdospinos Rubio 19 Pero, también, junto a los intelectuales Jorge Carrera Andrade, Jorge Enrique Adoum, Hugo Alemán, al artista Hugo Valencia, y a su compañero el Potolo Valencia, en una noche de inspiración y bohemia, en casa del maestro Guayasamín, componen la Vasija de barro Y luego solo. Resaltando que además de su ca-lidad artística y creativa, Gonzalo le puso a la música nacional en el pedestal de dignidad. Sacándolo de la esquina ensombrecida y marginal. Es en Quito lleno de calles estrechas y misteriosas, en que galantean luciérnagas y duendes, donde nacen las Canciones del alma . Cuando estudiantes religiosa- mente acudíamos a la cita radial con Benítez y Valencia, los días lunes, miércoles y viernes, a las nueve de la noche a disfrutar de su mensaje añorante y amoroso. Tuve el honor de ser su alumno, en dibujo técnico, en el Normal. Siempre elegante, talentoso y admirado. SEÑORÍO A ORILLAS DEL VALLE Ha interpretado más de un millar de composiciones nativas. Pero, además, es creador de un medio cente- nar de piezas, entre ellas: TiERRA DE MÚSiCA Y ERrANZAS