ESCRITA POR Mauricio Roa Un pedacito de pollo Capítulo 1 “Un lindo lugar” La tarde caía tibia sobre el barrio , pintando de naranja los techos bajos y las paredes descascaradas Los perros dormían sin prisa bajo los árboles , las ventanas estaban abiertas , y el aire olía a tierra , a aceite caliente , a hogar Elías caminaba con calma Sus pasos tenían el ritmo de alguien que no se sentía perseguido por el tiempo , saludaba con una sonrisa sincera , sin apuros ni falsas cortesías , era alguien que se tomaba la vida en serio , pero no con amargura Desde hacía a ñ os , cada martes y viernes , almorzaba en La Saz ó n de Olga , un peque ñ o restaurante con alma de cocina antigua , no era lujoso , seis mesas , dos ventiladores antiguos , un mostrador que crujía y un reloj de pared que siempre iba cinco minutos adelantado Pero allí se sentía en paz Do ñ a Olga lo esperaba con el delantal ya manchado y el rostro enrojecido por el calor de la cocina — Llegaste justito Te guardé el muslito que más cruji ó hoy — dijo , gui ñ ándole un ojo Elías sonri ó — Gracias Oli Usted ya sabe , lo de siempre — dijo mientras caminaba a su mesa habitual , junto a la ventana , no era por rutina , era porque ese lugar tenía algo que lo abrazaba Pedía siempre lo mismo , arroz , papas , un pedazo de pollo frito , y la limonada con hielo que Do ñ a Olga preparaba a su manera y le fascinaba Do ñ a Olga le sirvi ó y el comenz ó su deleite , mientras comía , pensaba en el trabajo que había dejado en pausa por un par de horas , era bueno en lo que hacía , y le gustaba lo que tenía , pensaba también en Celeste , su novia , que solía pasar por él después de almorzar porque ella salía un poco más tarde de su trabajo Justo al terminar el ú ltimo bocado , el local qued ó vacío , solo él , el murmullo de los ventiladores , y Do ñ a Olga con su canto peculiar en la cocina , entonces la campanita de la puerta son ó , Celeste entr ó con paso suave , una blusa color cielo y el cabello recogido en una trenza floja , al verla , Elías sinti ó que algo dentro suyo se asentaba Como si ella fuera el punto final de todas sus oraciones —¿ Llegaste hace mucho ? — pregunt ó ella , acercándose para darle un beso en la frente — Justo terminé Te guardaron tu jugo favorito — dijo él con esa sonrisa encantadora y coqueta , y se ñ al ó el vaso que Do ñ a Olga había dejado listo sin que nadie lo pidiera — Hola , mi ni ñ a — dijo Olga desde la cocina , secándose las manos con el delantal —. Siempre es bueno verte por aquí Este chico sonríe distinto cuando estás cerca Celeste se sonroj ó , pero no respondi ó Solo tom ó la mano de Elías con la naturalidad de quien ya pertenece — Gracias Oli , también es bueno verla , vendría más seguido si el trabajo me soltara un poco — dijo Celeste con un suspiro de cansancio , pero con una sonrisa —¿ Le quedo algo para comer ? — Pregunto ella , con el vientre gru ñ endo — Claro que , si mi ni ñ a Elías me dijo que vendrías , por eso te guarde un poco a ti también — dijo do ñ a Olga con esa mirada picara Él la mir ó un momento , con una ternura que no buscaba ser vista Porque entre ellos no había máscaras Solo tiempo , cari ñ o y esa silenciosa certeza de que estaban construyendo algo hermoso Conversaron de su día , de lo que hicieron , platicaron con do ñ a Olga , y le ayudaron a acomodar el restaurante , como habitualmente lo hacían , pero mientras salían del restaurante , y Celeste reía por algo que él apenas había dicho , Elías volvi ó la vista a la vitrina del frente Solo un instante Y ahí estaba Alta Blanca Silenciosa ... Una mujer sin rostro , con un vestido largo que flotaba y una venda negra cubriéndole los ojos Parpade ó Y ya no había nadie —¿ Olvidaste algo ? — pregunta Celeste confundida porque él se detuvo — No , creí ver ... olvídalo no es nada — dijo sonriente Capítulo 2 “Pájaros en la ventana” Las semanas pasaban con la tranquila cadencia de una vida bien construida Elías se despertaba temprano , trabajaba con disciplina , almorzaba en la Saz ó n de Olga los días que podia , pasaba las tardes con Celeste , y encontraba belleza en las peque ñ as cosas Un atardecer anaranjado , el canto de un ave en la cornisa , la risa de su novia mientras leía en voz alta los memes graciosos del celular Para él , la felicidad no era un golpe de suerte , sino una suma de momentos que cuidaba con ternura Sin embargo , algo había empezado a perturbar esa armonía , todo comenz ó con la sensaci ó n de ser observado A veces , al cerrar la puerta , creía que alguien lo miraba desde el otro lado de la calle Al pasar frente a un espejo , había un breve destello blanco detrás de su reflejo Una figura que desaparecía al parpadear Una noche , mientras lavaban los platos juntos , Celeste tarareaba una canci ó n Elías se detuvo, paralizado. —¿Qué pasa? —preguntó ella. —Nada... —respondió él, sin estar seguro de si mentía. Esa melodía. Era la misma que su madre cantaba cuando él tenía cinco años. Hacía años que no la escuchaba. ¿Cómo la conocía Celeste? ¿O era solo una coincidencia? Celeste lo abrazó por la espalda. —Tu cabeza nunca para, ¿no? —Solo a veces —dijo él, forzando una sonrisa. Esa noche soñó con una puerta entreabierta. Detrás, una cocina oscura, una mujer llorando. Sobre la mesa, un plato humeante con arroz, y un solo pedazo de pollo frito. Quiso hablar, pero su cuerpo de niño no reaccionaba. La puerta crujió. Alguien gritó. Se despertó empapado en sudor. —Fue solo un sueño —se dijo, una y otra vez. Pero a la mañana siguiente, al abrir la ventana, encontró una pluma negra en el marco. No era de ningún ave que él conociera. Era gruesa, brillante muy larga... casi sintética. Celeste le preparó café con azúcar, como le gustaba. Él no dijo nada. Pero mientras bebía, vio algo más por el rabillo del ojo : una silueta blanca , inm ó vil , entre los árboles , más alta de lo normal Cuando mir ó de frente , no había nada Do ñ a Olga lo mir ó con ojos distintos esa tarde , le puso la mano en el hombro mientras le servía el almuerzo Un gesto breve Firme Como si supiera algo —¿ Está todo bien hijo ?— dijo preocupada — Si , Oli creo que solo es estres del tranbajo — contesto , con una duda que no dejaba en paz su cabeza Esa noche , Elías so ñó de nuevo El mismo plato La misma sombra Y , por primera vez , una voz Lejana , áspera , pero firme Una palabra " Elías ." Capítulo 3 “El sabor del sueño” Elías dej ó de dormir tranquilo , las pesadillas no llegaban como tormentas Lo hacían en susurros , en olores , en texturas Al principio eran confusas : sombras en rincones que no existían , figuras estáticas donde no deberían estar Pero noche tras noche , se volvieron más ... viscerales So ñ aba con su infancia Pero los colores eran grises , su casa estaba inclinada , como si el tiempo la estuviera hundiendo Caminaba en silencio por pasillos interminables , sin ventanas , donde las paredes parecían respirar La cocina aparecía siempre El plato sobre la mesa El pedazo de pollo frito temblando , como si supiera que alguien vendría a reclamarlo Y entonces todo estallaba La puerta se abría de golpe Una figura entraba , oscura , pero con los ojos vacíos , negros , como pozos sin fondo Gritaba sin voz Y tras él , aparecía una mujer con la cara torcida por el dolor , el cabello largo pegado al rostro como algas podridas , caminando en espasmos , arrastrando una pierna , con la boca abierta más de lo que una boca humana puede abrirse Otra noche , se encontr ó en su cuarto de ni ñ o , pero el techo estaba cubierto de figuras que se movían a cuatro patas , con brazos largos , cuerpos delgados y cabezas que giraban en ángulos imposibles Uno de ellos baj ó , caminando boca abajo por la pared , girando lentamente la cabeza hasta quedar cara a cara con él — No es tuyo — dijo la criatura con una voz que era suya , de ni ñ o , distorsionada Elías corría Siempre corría Las puertas se cerraban , los pasillos se alargaban , y los gritos le taladraban el cráneo Despertaba empapado en sudor El pecho agitado El coraz ó n golpeando como si quisiera salirse , Celeste dormía a su lado Serena Hermosa A salvo Elías quería despertarla Decirle lo que pasaba Pero no lo hacía La observaba dormir con un nudo en la garganta No quería romperle su paz No quería llevarla con él a tener esas preocupaciones que quizás no eran nada Y así, cada noche, callaba. Y el silencio lo devoraba más. Durante el día, disimulaba. El trabajo, las charlas, los almuerzos con Olga. Todo parecía normal. Pero ya no veía los atardeceres con la misma ternura. El canto de los pájaros no lo hacía sonreír como antes. Sentía que algo estaba al acecho, escondido entre los árboles, debajo de la cama, detrás del espejo cuando se lavaba la cara. Una tarde, al regresar a casa, Celeste lo estaba esperando en la sala con una bolsa. —Te compré estas —dijo con una sonrisa. Era un juego nuevo de sábanas. De algodón. Con dibujos de limones, sus favoritos. —Gracias —dijo él, forzando una sonrisa—. Me hacían falta. Ella le tocó la mejilla. —Tenés ojeras. ¿Estás durmiendo mal? Él asintió, pero no explicó. ¿Cómo explicar que cada noche huye de una mujer con la cara al revés? Esa noche, despertó gritando por dentro. Había soñado con una versión rota de su habitación. Las paredes se derretían como cera, y sobre la cama estaba él mismo, mirándose, con los ojos abiertos, vacíos. En la esquina de la habitación, una silueta blanca, alta, con la cabeza inclinada hacia un lado. La venda negra. El vestido flotante. No dijo nada. Pero esta vez... se acercó. Elías se levantó de golpe, jadeando. Celeste dormía de lado, su respiración suave como una canción lejana. Él se fue al baño, lavó su rostro. Se miró en el espejo. Y por un segundo, su reflejo no se movió con él. Se quedó allí, mirándose, temblando. —¿Qué está pasandome? —se preguntaba a si mismo, con su corazon palpitanto tan rapido que parecia que saldria de su pecho. Y derrepente persibio en su mente, un susurro suave: “Elías...” Capítulo 4 “Corriendo en la oscuridad” Elías ya no dormía. O, si lo hacía, su descanso era delgado como papel mojado. Cada noche era una emboscada. Un teatro deformado y escalofriante donde él era siempre el perseguido. Los sueños llegaban sin forma lógica, pero con detalles que se le clavaban en la piel, uñas contra la madera, pasos por el techo, el llanto de una mujer sin rostro, como si lo quisiera torturara cada día, pero... ¿Por qué ahora?, eso no lo entendía, una vez soñó que estaba acostado en su cama, pero al abrir los ojos, todo estaba al revés. La habitación se invertía, el suelo era el techo, y su cuerpo flotaba hacia arriba mientras una figura blanca, suspendida, lo observaba desde el umbral con la cabeza girada completamente hacia atrás. Se despertaba sin gritar, ahogado. Tembloroso. Celeste dormía a su lado, siempre ajena, siempre en paz. Él la miraba. A veces extendía la mano para tocarla, como si necesitara asegurarse de que aún estaba allí, de que ella pertenecía a la realidad, y no al otro lado de sus sueños, pero nunca la despertaba, no quería arrastrarla con él. Durante el día, los efectos eran visibles. Bajo los ojos, las sombras crecían. Su energía se diluía. Y la sensación de que alguien lo observaba no lo abandonaba. En los espejos, a veces veía algo detrás. Algo blanco. Demasiado alto. Inmóvil. Pero cuando giraba la cabeza, ya no estaba. Una tarde, volvió a La Sazón de Olga. El restaurante estaba vacío. Solo el zumbido del ventilador y el aroma a aceite viejo lo recibieron. —Sentate, hijo —dijo Olga con su tono habitual, pero con una sombra distinta en la mirada—. Hoy freí más de la cuenta. Él se sentó, pero no tocó el plato de inmediato. Miraba el pollo como si temiera que le hablara. —¿Sabés? —dijo Olga, mientras recogía unas servilletas. — Es bueno hablar de los problemas , hace que nos quitemos un peso de encima —. Elías alz ó la vista , no respondi ó , no supo qué responder , pero solto una sonrisa para ella como para agradecer esas palabras Esa noche , so ñó que abría la heladera Dentro , solo había un plato Un trozo de pollo frío , cubierto con una servilleta h ú meda Escuch ó una voz , no entendi ó las palabras , al girarse , la cocina estaba ardiendo , y en medio del fuego , una figura caminaba hacia él , altísima , lenta , vestida de blanco , pero sin rostro visible , el fuego no la tocaba Él grit ó Corri ó , la casa se torci ó a su alrededor , como si estuviera atrapado dentro de un intestino gigantesco , las paredes se movían , las luces parpadeaban , en el techo , una criatura caminaba con las rodillas dobladas al revés , como una marioneta colgada al revés , extendio su mando y estaba a punto de tocarlo y ... Despert ó jadeando El sudor le empapaba la espalda , se sent ó al borde de la cama , frotándose la cara con las manos , no podía seguir así , algo lo estaba siguiendo , algo sabía quién era , y lo quería despierto Capítulo 5 “¿Quien eres tú?” El departamento estaba en silencio , por primera vez en semanas , Elías se había quedado solo , su jefe , con una mirada entre preocupaci ó n y compasi ó n , le había dado unos días de descanso — Tomate un respiro , te ves ... agotado Él no discuti ó Celeste había salido temprano , tenía una reuni ó n en la oficina , le había dejado el desayuno servido y un mensaje de voz con un " te amo " que le doli ó en el pecho Encendi ó el televisor solo por tener ruido Cambiaba canales sin mirar realmente Se hundi ó en el sofá , su rostro estaba pálido , los ojos ojerosos , el cuerpo vencido Como si algo lo fuera drenando lentamente Y entonces ... La imagen parpade ó , el sonido cay ó , una estática suave llen ó el cuarto La pantalla se distorsion ó , líneas torcidas y chasquidos secos —¿ Es en serio ... ahora ? — susurr ó Elías , llevándose las manos a la cara Estaba demasiado cansado para enojarse, se inclinó hacia el control, pero antes de apagarlo, una voz emergió de la estática, suave. Femenina. Inquietante. Como si alguien la susurrara desde el otro lado de una grieta dimensional. —¿Quierés... un pedacito de pollo? Elías se congeló. La voz se volvió más clara, como si hablara directamente a su oído. —Tierno... caliente... delicioso... —¿Quién...? Toda la luz del día se apagó. Como si alguien hubiera arrancado el sol del cielo, El departamento quedó en sombras profundas, un gris sin volumen. Elías se levantó de golpe, tropezando con la mesa, y encendió la luz del techo, entonces la vio. De pie frente a la televisión, alta, blanca, Inmóvil, vestido flotante, pies sin tocar el suelo, y una venda negra que cubría sus ojos con tensión. No parecía ropa. Era una extensión viva de su rostro. Su piel tenía el tono de la porcelana enferma. Sus brazos colgaban como ramas rotas. Elías retrocedió, aterrado. —No... no puede ser real. Intentó correr. El picaporte, la puerta. Pero ella levantó una mano con lentitud, y la realidad se dobló. Elías se detuvo en el aire, suspendido, como si la gravedad ya no funcionara para él. No podía moverse. Ni gritar. Su cuerpo temblaba, pero el aire estaba espeso, seco, imposible. Lo volteó con otro gesto, lo manejaba como un juguete, frente a ella. La figura se acercó lentamente. No caminaba, deslizaba la realidad hacia sí misma. Elías no sabía cómo lo entendía, pero así era. Todo lo que la rodeaba se encogía, como si el universo fuera atraído a su centro. Y entonces habló. La voz no era solo voz. Era un coro de muchas, fragmentadas, viejas, en idiomas sin palabras. Una disonancia envuelta en terciopelo. —Estoy cansada de tí. Las paredes del departamento se quebraron como vidrio, y detrás de ellas no había calles, ni cielo, ni ciudad. Solo un plano líquido, abismal, cósmico, donde todo era desconocido ancestral. Las estrellas eran ojos cerrados. Las formas flotaban sin nombre. Colores imposibles reptaban entre grietas. Ella lo llevó allí. Elías cayó de rodillas en esa "superficie" que no tenía suelo. El aire se sentía denso y vivo, como si respirara por él. Entonces ella le devolvió la voz. Solo para hacerlo responder. —¿Dónde estarías... si no te hubieras detenido a masticar? Elías no entendía. —¿Qué...? —¿Cuántos hilos deben cortarse para que un destino se tuerza? —No sé de qué estás... —¿Te gustó? —¿Qué? —El sabor. Elías cayó hacia atrás, sintió un dolor en el pecho como si todo explotara por dentro. —¡Basta! Ella se agachó lentamente. Estaba muy cerca. Aunque tuviera los ojos cubiertos, Elías sintió que lo miraba con una claridad inhumana.